Las maneras de resolver conflictos que no se sostengan con el derecho penal ni con la prisión no son nada nuevo en la historia. Precisamente la historia y la antropología, a pesar de ser grandes disciplinas de control social, son al mismo tiempo las ventanas dónde poder observar esto. La justicia restaurativa, los procesos de reparación, la mediación comunitaria etc, no son por ello, una moda académica y progre de nuestro tiempo. Son herramientas usadas por pueblos y comunidades a lo largo y ancho del planeta. No son la panacea, ni resuelven todos nuestros problemas. Pese a la cárcel, existen.
Pero la recuperación y la asimilación son herramientas muy potentes del capitalismo para hacer de posibles medios emancipatorios, aliados cómplices para apuntalar el sistema. Resulta que cuando dejamos que todos estos medios se instrumentalicen, se institucionalicen y se hagan copartícipes de las estructuras de poder, surgen insultos a la dignidad tan fuertes como la noticia publicada hace unas semanas.
Un atracador de bancos que cumple condena pide perdón al Banco Santander tras cartearse con Ana Patricia Botín. Este hecho se enmarca dentro de los encuentros de justicia restaurativa que se están introduciendo en las cárceles. No nos sorprendemos ni nos extrañará que esta cuestión sea vista como un avance incluso dentro de una parte de los movimientos sociales. Quizás, un ejemplo de la poca incidencia social que tenemos los movimientos contra las prisiones y su mundo.