«Para ser atendido tienes que ser amigo de carceleros, autolesionarte o hacer huelgas de hambre»

Compartimos un breve escrito de dos compas que se encuentran presos en Madrid VII (Estremera). Una vez más denuncian la grave desatención médica, tanto la que sufren ellos como muchas otras personas de esta cárcel. Comentan que no les visita el médico. Los dos nos mandan las instancias de sus ultimas huelgas de hambre; piden que se publiquen junto con su comunicado.

Agosto 2024

Yo Santiago Rodríguez vengo a denunciar la gravísima desatención médica del Centro Penitenciario Madrid VII, Estremera. En este penal no se dispensa consulta médica. Para poder ser atendido por un medico tienes que ser amigo de los carceleros, autolesionarte o tomar otras medidas más sutiles, como hacer plantes o huelgas de hambre.

Me encuentro bastante enfermo. Tengo artrosis degenerativa, la rodilla izquierda destrozada. Me cuesta caminar y tengo unos dolores horribles. Además, sufro de ansiedad crónica y en ocasiones caigo al suelo. NO ME SACAN AL MÉDICO; NO TENGO NINGUN TRATAMIENTO. Así, el pasado día 29/05/2024 hice una huelga de hambre. Pronto haré otra.

El pasado 05/06/2024, el compañero Santiago Rodríguez se negó a bajar de la celda. Se encontraba con mucha fiebre y apenas podía respirar. Los carceleros le sacaron de la cama, arrastrándole desnudo hasta aislamiento. Eso sí, tuvieron la delicadeza de echarle una manta por encima, además de instruirle dos sanciones muy graves. Después, por fin, le llevaron a Enfermería, donde se le diagnosticó infección pulmonar y tuvo que ser asistido con oxígeno durante 20 días. Al mismo compañero, en el día de hoy, sin explicación ni motivo, se le ha retirado parte de la medicación psiquiátrica. Ha iniciado una huelga de hambre y sed. Deseémosle fuerza y suerte.

Y así podría contar infinidad de cosas, pero la gente tiene en ocasiones miedo a revelar su identidad y sus datos. Piensan con ello que los carceleros serán más piadosos.

Permisos en soledad, desatención médica y golondrinas

Compartimos unas letras de un compañero preso en Estremera (Madrid). Se trata de una carta escrita este pasado mes de agosto donde nos habla de como vivió un permiso de 4 días: estar tirado, muchas horas muertas en la calle, sin apoyo y sin pasta; soledad y exclusión. Esta es la realidad de muchas personas presas cuando pisan la calle, ya sea de permiso o cuando -al fin- consiguen la libertad. También nos habla de la desatención médica que forma parte del escenario que hay detrás los muros, validando de nuevo la campaña que se hizo a finales de junio desde distintos puntos del estado y que, precisamente, se centraba en este tema. Se despide regalándonos un tierno y triste cuento: “La golondrina”.

Cárcel de Estremera. Agosto 2024

Buenos días X,

Salí de permiso sin apoyo, sin familia y sin dinero. Estuve en un piso de acogida, muy lejos. Como perdí los números de teléfono, no pude contactar con nadie. Así que si te digo la verdad, no lo pasé muy bien. Además me tocó compartir la habitación con dos usuarios más y, para mi, la intimidad, el espacio personal, es fundamental. No te lo vas a creer, pero hubo momentos que deseé estar en esta jaula.

Yo por aquí sigo luchando con el boli contra esta buena gente. Ahora mismo con lo que más estoy dando caña es contra el abandono sanitario. No paro de denunciar este exterminio y no creo que sea un problema de que no sepa expresarme. Aunque las distintas autoridades siempre contestan lo mismo: “solo hay cuatro facultativos sobre un total de 1.100 internos; hacen lo imposible…”. Pues bien, el que haya menos médicos es un problema, pero en las prisiones de Soto del Real, Aranjuez o Navalcarnero hay los mismos y, sin embargo, se dispensa consulta médica una vez por semana. Entonces es obligado preguntarse ¿Por qué lxs médicos de Estremera no dispensan consulta médica? ¿Será que este penal está lejos y mal comunicado? ¿Estarán haciendo una huelga negándonos el derecho a la salud? ¿Quién sabe? Lo que es seguro es que en vez de bata blanca, deberían llevar un traje negro con una guadaña.

Camarada, me muero de calor aquí dentro. Te envío como despedida un cuento real, que se llama “La golondrina”. Habla del instinto de supervivencia, pero sobre todo de lo fascinantes que pueden ser esas cosas a las que ni prestamos atención.

Un abrazo muy fuerte. CherrA.

La golondrina

Hace unos días, dos crías de golondrina pensaron que estaban preparadas para volar y se lanzaron entusiasmadas del nido. Las dos cayeron al suelo. El macho murió en el acto y la hembra quedó herida.

La cogí y me la quedé mirando. No me había fijado hasta ese día de lo preciosas que son. Tan chiquitina, llena de vida, con esa cabeza negra y blanca, como si fuera un capuchón de terciopelo, con esas garras tan fuertes, tan esquivas al ser humano.

Me dio tanta pena la golondrina, que cuidé de ella durante tres días, permitiendo que su primeriza madre se acercara en mi ausencia. Cuando esto pasaba, la chiquitina cobraba vitalidad, saltando y moviendo sus alas llena de júbilo y alegría.

Me di cuenta entonces, que una de sus alitas estaba dañada y que por mucho que lo intentase no podría volar. La madre también pareció darse cuenta y dejó de acudir.

La pequeña golondrina no paró de luchar, y ya exhausta, desamparada, murió.

Esa noche, pensé en ella y lloré.