Reinserción no, laberinto: reflexiones de un preso con muchos años pagados

CRITERIO DE LEY

Nosotros, la población reclusa, obtenemos los escasos beneficios penitenciarios dependiendo de los criterios objetivos y subjetivos de los equipos de tratamiento de los centros penitenciarios. En España hay un alto porcentaje de internos que cumplimos todos los requisitos objetivos para obtener “beneficios penitenciarios”, desde un trabajo pasando por un permiso ordinario hasta la libertad condicional. No entiendo el porqué, esta gran mayoría cumple sus condenas íntegras o, en el mejor de los casos, solo cuando nos quedan unos pocos meses para acabar de cumplir, nos dan un par de permisos; literalmente, una propina, para que salgamos en libertad con una sonrisa.

La pregunta que nos hacemos muchos internos es ¿para qué sirve el reglamento penitenciario? Pues no hace falta ser muy inteligente para deducir que, por muchos artículos de dicho reglamento que beneficien al reo, el mismo equipo de tratamiento nos los echa para atrás, cuando el mismo reglamento dice que cualquier beneficio penitenciario depende del criterio del mismo equipo. Pero lo peor de todo es que dependemos de unas personas que apenas conocemos y que, por supuesto, apenas vemos, pues sólo nos atienden en una entrevista personal una vez cada seis meses, cuando nos van a revisar el grado y siempre para hacernos las mismas preguntas. Pero la pregunta que nos hacemos nosotros es cómo podemos confiar los internos en un equipo de tratamiento que no tiene ningún tipo de empatía ni apenas trato con nosotros: te llaman una vez cada seis meses, te hacen cuatro preguntas y hasta dentro de otros seis meses. Y, cuando te niegan el permiso a pesar de que cumples todos los requisitos objetivos que requiere el reglamento penitenciario, te argumentan simplemente que no estás preparado para tener una vida en semilibertad por motivos subjetivos. Y como para la mayoría de los jueces de vigilancia penitenciaria pesa más el criterio que el reglamento, pues a cumplir la condena íntegra. Mientras no haya un beneficio que sea decretado por ley, mientras no se obligue a los centros por algún artículo y se derogue el criterio de los equipos, seguiremos en al misma situación.

La excarcelación por enfermedad es otro de los derechos que tenemos los reos que en la mayoría de los casos, más de un 90%, no se cumplen. Un pensamiento de los equipos de tratamiento de los centros penitenciarios es otorgar este beneficio justo cuando a las personas afectadas les quedan pocos días para morirse, siempre saliendo del centro penitecianciario al hospital. Sin dar la mínima opción a que puedan morir en un entorno familiar, en sus propios hogares. Según este pensamiento, la persona gravemente enferma, en lugar de aprovechar para bien esta medida que está en el reglamento penitenciario, la utilizará para delinquir. Esta es la retorcida manera de pensar de un grupo de “profesionales” que se olvidaron su corazón en la entrada de los centros penitenciarios y aún no se han dado cuenta de que entran a trabajar sin él. Pero lo peor de todo, para mí al menos, lo más grave es que estas actuaciones son avaladas tanto por los jueces como por los gobiernos.

AISLAMIENTO

Creo que la finalidad de que un interno acceda a este lugar es para separarte de tus compañeros, cuando demuestras una agresividad que pone en riesgo su integridad. Al menos debería de ser así, y en muchos de los casos no tengo ninguna duda de que es correcto. El problema es el trato que nos dan los carceleros en este departamento. Digo el trato, aunque sería mejor decir el poco o ningún trato, porque, una vez que acabas en el módulo de aislamiento, eres totalmente olvidado por ellos.

Yo, personalmente, han sido muchas las veces que he acabado en este lugar y casi siempre solo me abrían la puerta para darme la comida o la medicación. El timbre para llamar a los carceleros era mejor no pulsarlo, pues, si lo hacías, venían con las porras para recordarte con ellas en la mano que no debías hacerlo. El ninguneo, los malos tratos, vejaciones, insultos y un etcétera inacabable de detalles que podría enumerar sobre cómo se nos trata en este departamento. Y el problema no es sólo esto, sino que los médicos hacen oídos sordos sobre esta cuestión. Estamos totalmente olvidados y, cuando denunciamos sobre estos asuntos, fácilmente nos desacreditan. Es muy fácil desacreditar a un reo ante un juzgado, incluso ante la prensa. Somos delincuentes, estamos acostumbrados a mentir en cualquier situación, a no respetar a nuestros semejantes, por eso digo que a la hora que los carceleros quieran airearse de estas denuncias, con decir cualquier barbaridad sobre nosotros lo tienen todo ganado.

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