Las maneras de resolver conflictos que no se sostengan con el derecho penal ni con la prisión no son nada nuevo en la historia. Precisamente la historia y la antropología, a pesar de ser grandes disciplinas de control social, son al mismo tiempo las ventanas dónde poder observar esto. La justicia restaurativa, los procesos de reparación, la mediación comunitaria etc, no son por ello, una moda académica y progre de nuestro tiempo. Son herramientas usadas por pueblos y comunidades a lo largo y ancho del planeta. No son la panacea, ni resuelven todos nuestros problemas. Pese a la cárcel, existen.
Pero la recuperación y la asimilación son herramientas muy potentes del capitalismo para hacer de posibles medios emancipatorios, aliados cómplices para apuntalar el sistema. Resulta que cuando dejamos que todos estos medios se instrumentalicen, se institucionalicen y se hagan copartícipes de las estructuras de poder, surgen insultos a la dignidad tan fuertes como la noticia publicada hace unas semanas.
Un atracador de bancos que cumple condena pide perdón al Banco Santander tras cartearse con Ana Patricia Botín. Este hecho se enmarca dentro de los encuentros de justicia restaurativa que se están introduciendo en las cárceles. No nos sorprendemos ni nos extrañará que esta cuestión sea vista como un avance incluso dentro de una parte de los movimientos sociales. Quizás, un ejemplo de la poca incidencia social que tenemos los movimientos contra las prisiones y su mundo.
Vamos a ver. Entonces nos estáis diciendo que una persona que sufre la cárcel ha pedido perdón a una de las empresas criminales más grandes del planeta ¿y a esto se le llama justicia restaurativa? Nos estáis diciendo que la persona que ocupa el más alto cargo de uno de los bancos líderes en financiar la economía de guerra, invirtiendo o concediendo créditos a una serie de empresas vinculadas con el negocio de la guerra, el diseño y mantenimiento de armamento nuclear, la militarización y la securitización de nuestras fronteras y sociedades, se ha carteado con una persona que ha atracado uno de sus bancos? ¿Y su perdón entra dentro de la justicia restaurativa?
Repugna es la prepotencia moral que rezuma la imagen del banco Santander y sus directivos ante tal noticia. Que nosotrxs sepamos una de las características que tiene la justicia restaurativa es que se aleja de la individualización sobre la persona que agrede propia del sistema penal. Otra cosa que sabemos es que se debe hacer en un proceso de mediación en la que no sólo participan de manera voluntaria personas agredidas y personas agresoras ¿qué voluntariedad existe dentro de una prisión para asumir tu propia responsabilidad de los actos? Sino la propia comunidad.
¿Qué clase de responsabilización colectiva y alejamiento de la individualización hay aquí? Precisamente todo lo contrario. Psicología destructiva, tortura blanca y clara delimitación entre los que tienen que luchar para demostrar que “son personas” y quienes van por ahí perdonando vidas mientras trafican con armas. ¿De qué clase de comunidad de iguales estamos hablando para poder asumir responsabilidades, cicatrizar heridas y reparar daños?
Si la justicia restaurativa es solamente una herramienta para descongestionar el aparato judicial actual y doblegar las voluntades de las personas presas y su dignidad, de tal manera que su concepto se puede usar a la ligera para cualquier cosa, no la queremos. No somos expertos en la materia, pero por favor, no nos vendan la moto. Que a ciertas personas en sus procesos vitales mientras cumplen condena esto pueda generarles ciertos beneficios a distintos niveles personales, no hay por qué negarlo. Pero que con ello estéis haciendo un mundo menos violento y más respetuoso es una broma de mal gusto.
La justicia transformativa no es el problema. Es parte de la solución, teniendo en cuenta que tal “solución” no existe en términos absolutos. Para nosotras no cabe plantearse dichas herramientas como copartícipes del sistema punitivo para hacerlo más amable, sino como alternativa real y comunitaria, libremente elegida cuando se pueda y se quiera por todas las partes. No enmarcada en un proceso absolutamente vertical donde la correlación de fuerzas es abismal y una persona carga con la culpa mientras un banco se llena de escucha y misericordia interclasista.
Nuestro aprendizaje viene de los feminismos antipunitivistas, de las comunidades indígenas, de los proyectos de resolución de conflictos abolicionistas de la carcel, del histórico movimiento de liberación negra, de las imperfecciones libertarias. No hay nada más triste que la publicidad barata de innovaciones penitenciarias y entidades bancarias. No hay nada más alegre que reconocernos en surcos distintos.