Los primeros meses del 2021, Francisco junto con otrxs prisionerxs anarquistas y subversivxs realizaron una huelga de hambre que se extendió por más de 50 días contra la modificación al Decreto Ley 321 y por la inmediata salida a la calle de Marcelo Villarroel.
El 2010 Francisco ya había puesto su cuerpo como trinchera de combate en otra huelga de más de 60 días en el marco del Caso Bombas.
Es durante la última movilización que varios exámenes de sangre fueron tomados a Francisco por parte de la administración carcelaria, incluyendo una sospechosa situación, en donde Francisco fue internado de urgencia en el hospital penal debido al mal resultado en los exámenes de sangre, pero a los pocos minutos los carceleros se retractan y aluden a una equivocación devolviéndolo a la cárcel.
Luego de una lenta recuperación, continuos calambres, sed excesiva, baja de peso, Francisco solicita exámenes médicos tras ser trasladado a la cárcel de Rancagua. Recién el 22 de septiembre dichos exámenes se realizan, siendo hospitalizado de urgencia. El diagnóstico: Diabetes avanzada con 700 mg/dl de glucosa, es decir, al borde de un coma diabético.
Tras conseguir una mínima estabilización, es devuelto al Módulo 2, donde a pesar de las dos dosis de insulina diaria administradas de forma restrictiva por los médicos-carceleros, aun no consigue parámetros normales de glucosa.
A los pocos días, el compañero comienza a tener una importante pérdida de la visión que se extiende hasta hoy, sin recibir ninguna atención al respecto, impidiéndole leer u otras labores cotidianas. La Cárcel de Rancagua, al ser gestionada por una empresa privada incluye una pésima alimentación y sistemática prohibición de ingreso de encomiendas, para que lxs prisionerxs se vean obligados a comprar una serie de golosinas y alimentos que la empresa concesionaria, cual monopolio, vende. Esta realidad, en la práctica, no es más que la agudización de la enfermedad y empeoramiento de la salud de Francisco.