Paremos la vulneración de derechos de las personas presas

Para garantizar una correcta recuperación física y mental, se considera que es imprescindible que las personas hospitalizadas con infección por coronavirus puedan notar el calor de las palabras de su red afectiva, de sus referentes, de aquellas a las que vamos a buscar cuando algo va mal. En general todas pueden tener su propio móvil, tienen un teléfono de pared en las habitaciones o se les facilita algún dispositivo, excepto en los casos más graves que requieren ingreso en la UCI.

Pero hay un sector totalmente invisibilizado y con mayor vulnerabilidad que tiene totalmente restringidas las comunicaciones. Es el caso del colectivo de personas presas, unas 40.000 en España, que desde que el pasado 14 de marzo se decretó el estado de alarma, ha sufrido un endurecimiento de las condiciones de reclusión. Además de ver cómo se hacía efectiva la prohibición de todas las actividades programadas y el incremento del distanciamiento social, así como la anulación de permisos de salida y el retraso en la aceptación del tercer grado, tampoco se pueden comunicar con sus familiares y allegados. A consecuencia de todas estas medidas se está agravando en muchos casos la ansiedad, depresión y el sufrimiento de las personas presas.

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La cárcel frente a la pandemia del Covid 19

Las medidas de prevención son un endurecimiento de las condiciones de privación, aislamiento, crueldad, inhumanidad y degradación, bajo el cual el hipócrita paternalismo de las medidas preventivas frente al epidemia resulta, con una sanidad penitenciaria en situación catastrófica desde mucho antes. El aislamiento y el hermetismo al que están sometidos los presos, la falta de medidas para prevenir contagios y la falta de información de lo que está sucediendo tanto dentro como fuera hace que se viva una calma tensa en todas las prisiones. Por Iñaki Ribera

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