“La carga de una larga sentencia sería iluminada por la satisfacción de saber que la misión dispuesta para mí, la de ayudar a mi pueblo a liberarse a sí mismo del opresor, se está consiguiendo”.
Martin Sostre
Malcolm X dijo una vez: “Solo hemos sufrido la hipocresía de EE UU… Si vas a la cárcel, ¿y qué? Si eres negro, naciste en la cárcel”. Para las personas negras en Estados Unidos hoy, esta afirmación es todavía tan cierta como siempre. El Estado como prisión ha sido la experiencia vivida para incontables personas negras durante generaciones, pero a veces una miríada de vidas puede ser cristalizada en un solo relato que exponga las realidades opresivas con íntimo detalle. La vida del gran intelectual, litigante encarcelado y organizador revolucionario Martin Sostre fue exactamente eso.
No suficiente gente conoce hoy a Sostre, aunque su impacto en la lucha contra las cárceles es tan grande como radicales negros como George Jackson, Angela Davis y Mumia Abu Jamal. Sostre falleció el 12 de agosto de 2015, hace cinco años. Su historia es una que hay que contar, porque si no fuera por él, el mundo no sería lo que sabemos ahora.
De rebelde carcelario a educador comunitario
Martin Sostre nació en Harlem en 1923 y creció durante la Gran Depresión. Fue pronto inspirado por oradores, pensadores y activistas negros de alrededor de la librería African National Memorial, en la calle 125. Pero Sostre también recibió un tipo diferente de educación, lecciones sobre lo que más tarde describió como “los métodos de las calles”, que presagiarían mucho de lo que estaba por llegar. Inicialmente se unió al Ejército, pero tras múltiples encontronazos con la ley fue licenciado “deshonrosamente”. En 1952 Sostre fue arrestado por tenencia de drogas y condenado a 12 años en prisión.
Esto fue el comienzo de un viaje de décadas que le vería pasar por instalaciones terribles como la cárcel de Sing Sing, la cárcel de Clinton y la infame cárcel de Attica. Finalmente remodeló los derechos legales limitados que se supone que están garantizados a las personas encarceladas.
En prisión, Sostre inicialmente abrazó la Nación del Islam, atraído por sus elementos nacionalistas negros. Cuando las autoridades de la cárcel intentaron reprimir su derecho a expresar sus creencias, colocando a Sostre en confinamiento solitario tras acusarle de intentar incitar a la disidencia, se convirtió en un estudiante autodidacta de Derecho y formó parte de una exitosa demanda que desafió la supresión de sus creencias por sus autoridades.
En una carta desde prisión escribe: “Aunque para algunos la lucha de un desertor negro del instituto que actúa como su propio abogado contra el enorme poder coercitivo de este Estado puede parecer como una lucha fútil, no hay duda en mi mente sobre la derrota final de mis opresores”. De muchas formas, las luchas legales que llevó a cabo estaban sentado un precedente, y Sostre solo estaba iniciando una serie de retos estratégicos que lograrían considerables e históricas mejoras para las personas en prisión.
Tras su liberación de la cárcel de 1964, Sostre abrió la Librería Afro-Asiática en Buffalo (Nueva York). Habiendo pasado él mismo por una transformación política en prisión, el viaje de Sostre se comparó al de Malcolm X. Sin embargo, al observar la política del poder negro entre los jóvenes en el exterior, Sostre separó su camino de la Nación del Islam. Su librería se convertiría en un lugar donde cultivaba la resistencia para toda una comunidad. Vendía libros radicales que cubrían temas como el nacionalismo negro y el comunismo.
Creció hasta ser reconocido como un educador entre miembros de la comunidad que utilizaban su tienda como espacio para el aprendizaje y la camaradería. Esto estaba en conflicto con el Departamento de Policía de Buffalo, que amenazó a Sostre por sus acciones. Estaba politizando a la juventud negra en un momento en el que el Estado estaba cada vez más preocupado y vigilaba a quienes proponían el empoderamiento negro y anticapitalista por todo Estados Unidos.
“¡Desafiad la autoridad blanca!”
Durante el “largo y cálido verano” de 1967, por todo el país tuvieron lugar levantamientos negros. Estallaron rebeliones en respuesta a las muchas manifestaciones de racismo institucional como el desempleo, la discriminación en la vivienda y la brutalidad policial. La interminable represión policial de la América Negra que se daba en las calles era un desafío directo a la violencia estatal racista. Este fue el momento cuando la infame amenaza policial “cuando empiezan los saqueos, empiezan los disparos” fue pronunciada por el jefe de policía de Miami.
Cuando la revuelta llegó a Buffalo, Sostre estaba haciendo allí el trabajo que mejor sabía: enseñar, distribuir literatura radical a la comunidad negra —especialmente a la gente joven— y dotar de contexto a la situación circundante. Sostre organizaba a través de la educación y apoyó el levantamiento utilizando los métodos que había aprendido de los oradores, profesores y militantes de calle durante su juventud en Harlem. Su librería se convertía en refugio seguro cuando la gente se podía escapar del gas lacrimógeno y la brutalidad policial. Proporcionaba clases y literatura de liberación a la gente que pasaba por su tienda, lo que era percibido por las autoridades como una amenaza. Seguía abierta y repleta de gente bien entrada la noche mientras la gente se rebelaba contra las fuerzas policiales.
Finalmente, las autoridades decidieron tratar con el desafiante Sostre atacando y saqueando su tienda. Él y Geraldine Robinson (su coacusada) fueron encarcelados en base a acusaciones de narcóticos y disturbios. Fue condenado después de que la rebelión en Buffalo se hubiera extinguido con una pena de 31 a 41 años en la cárcel por un jurado completamente blanco. Sostre fue obligado a callar ante el tribunal pero no se inmutó por lo que describió como un intento “estúpido” de silenciarle.
Más tarde escribió que estaba demostrando “la debilidad de esta bestia fascista” en el juicio y animó a la gente negra a mirar lo que le estaba haciendo al opresor. Sostre prometió ser sistemáticamente agresivo, y desde la prisión animó a las personas negras a “¡desafiar la autoridad blanca!”, ofreciendo un ejemplo con sus acciones.
Mantuvo su inocencia, y en el documental de 1974 Frame-Up! distingue “entre un preso político en su sentido clásico y un preso politizado”. Se categoriza a sí mismo en el segundo, como alguien “que se ha vuelto políticamente consciente en prisión, aunque el delito original que cometió no fue un delito político”.
Martin también obtuvo un fallo favorable sobre la censura de la literatura en la cárcel. Recordaba haber peleado tan duro para que pudiera haber más literatura política en prisión de la que nunca había habido. Mientras estaba en la cárcel, estaba haciendo aún el trabajo de educación política que había hecho previamente en la comunidad. Se atribuía varias victorias en los tribunales por los derechos de aquellos en prisión, desde las libertades políticas y religiosas hasta restringir el uso del confinamiento en solitario. Él mismo había sido sometido a la tortura del confinamiento en solitario, le habían manipulado su correo y fue sometido a intimidación, todo debido a su trabajo. Pero Sostre siguió leal a su causa.
Introduciendo el anarquismo
Sostre fue un fiero crítico de la autoridad y el imperialismo. Se opuso al imperio y se identificó con los esfuerzos antiimperialistas. En una carta de 1967 desde la cárcel, Sostre escribe: “Nunca me someteré. El empleo del enorme poder coercitivo del Estado no es suficiente para hacerme abandonar; soy como un vietcong, un vietcong negro”. Continúa diciendo que la lucha vietnamita contra el imperialismo era un ejemplo que estaba intentando imitar. De forma constante conecta la lucha global contra el imperialismo de EE UU con la lucha por la liberación negra.
Él insiste en que “solo desafiando y oponiéndonos a sus mentiras y actos en las calles, tribunales y campo de batalla derrotaremos a los opresores fascistas”. En otra carta del mismo año dice que una de las primeras cosas que va a hacer cuando salga de la cárcel es “establecer un fondo de defensa” ya que nadie debería tener que ser encarcelado “por no poder afrontar la fianza”. En otra carta, de fecha 1968, incluso critica las redadas policiales por sorpresa y el ‘parar y cachear’ como señales de una inminente toma de poder derechista. Sostre era un adelantado a su tiempo en muchas formas.
En 1971 el principal “testigo” contra Sostre se retractó de su testimonio y admitió que había ayudado a tender una trampa a Sostre para poder el mismo salir de prisión. Esto ocurrió sumado a una campaña nacional por la libertad de Sostre, quien desde entonces se había convertido en un conocido preso radical y eventualmente se le ordenó salir del confinamiento solidario. Se hizo por orden de la jueza del Tribunal Federal de Distrito Constance Baker Motley, la primera mujer negra en ser nombrada para el tribunal federal. También le otorgó daños y prejuicios y finalmente la clemencia tras ganar notoriedad en una campaña por su libertad.
Las inconmensurables contribuciones de Sostre también tuvieron un gran impacto en la vida y pensamiento del anarquista negro Lorenzo Kom’boa Ervin. Fue Sostre quien introdujo al ex miembro del Partido de los Panteras Negras en el anarquismo tras conocerse en detención federal. Lorenzo había sido condenado a cadena perpetua tras secuestrar un avión con dirección a Cuba al huir de cargos de posesión de armas en EE UU. Ervin se había desilusionado tras su tiempo viviendo en Cuba, Checoslovaquia y Alemania del Este. Recordaba su vida bajo el “socialismo soviético” como “elitista, autoritaria y opresiva”. Argumentaba, además que el maoísmo marxista-leninista había “ayudado a destruir la Nueva Izquierda de 1960 y el ala radical del Movimiento del Poder Negro, con culto a la personalidad, esnobismo de clase media, manipulación y oportunismo”.
Lorenzo reflexionaba sobre las lecciones anarquistas de Sostre: “Me lanzó un nuevo término: ‘socialismo anarquista’. Yo no tenía idea de lo que estaba hablando en ese momento… Me dio explicaciones sobre el ‘socialismo de autogobierno’, que describía como libre de burocracia estatal y de cualquier tipo de dictadura de partido o líder. Casi cada día me deleitaba sobre ‘democracia directa’, ‘comunitarianismo’, ‘autonomía radical’, ‘asambleas generales’ y otras cosas de las que yo no sabía nada. Así que yo solo escuchaba durante horas mientras me enseñaba”.
Lorenzo centró gran parte de sus esfuerzos alrededor de Autonomía Negra, su propio pleito carcelario y su campaña “Liberad a Lorenzo” que dio lugar a su libertad por instrucciones de Sostre. Mediante Lorenzo, Sostre indirectamente inspiró a una nueva generación de anarquistas negros (yo mismo incluido).
Si no hubiera sido por Martin Sostre, mucho del importante trabajo de los presos políticos, presos politizados y movimientos anticarcelarios que conocemos hoy no habría sido posible. Gracias a sus esfuerzos, se garantizaron nuevos derechos a la gente en prisión que antes no eran concebibles para muchos.
Sostre mostró el camino
La vida de Martin nos muestra que deberíamos estar trabajando para abolir la cárcel, ya sea esa cárcel un edificio o el Estado mismo. Las cárceles son un instrumento de violencia que el Estado utiliza para oprimirnos, pero el aparato más amplio que conocemos como gobierno no es más redimible que la policía, los tribunales o cualquier parte del proceso que nos lleva a una celda. Aunque Martin Sostre pudo usar el sistema legal contra sus captores, eso no lo hace menos letal. Le habrían hecho mucho más daño si hubieran podido, pero no resultó de esa forma.
¿Qué significa vivir la vida que Martin Sostre vivió y que tu obra siga pasando en general desapercibida? Muestra la verdad desnuda de una sociedad que hace desaparecer tanto a las personas como a los problemas a los que nos enfrentamos. Es difícil que lleguen finales felices en condiciones pesadillescas donde la historia indispensable se desvanece en los márgenes. Lo más cerca que estará de la seguridad alguien que viva su vida como Martin Sostre es, con suerte, una vida modesta y tranquila.
Sin embargo, décadas de tortura y sufrimiento no deberían ser el prefacio para ninguna de nuestras historias. Celebramos las duras batallas ganadas por Sostre mientras seguimos en las trincheras de una guerra sin ganar. Él no titubeó en su dedicación en momentos que muchos hubieran decidido hacer lo contrario. Vivió una vida en la que trabajó para derribar partes del sistema carcelario, incluso aunque él mismo estuviera en una jaula.
Todos moriremos de una forma o de otra, pero deberíamos aspirar a llevarnos con nosotros una pieza del Estado hasta que esté completamente desecho. Martin Sostre nos mostró el camino.
Fuente: El salto diario