Entrevista de Vicent Almela a Gracia Amo y Alma de «Familias de Presxs en Cataluña»

Gracia Amo y Alma han vivido muy de cerca el sistema penitenciario sin haber estado privadas de libertad dentro de una prisión. El hijo de Gracia, Eduard Laratta, murió a Brians II el 18 de octubre de 2016. El marido Alma, que prefiere preservar sus apellidos, se encuentra actualmente encerrado en el mismo centro penitenciario catalán donde murió Eduard. Forman parte de la asociación de Familias de Presos en Cataluña.

Entrevistamos a dos mujeres que coinciden en denunciar la crueldad de las prisiones: “La prisión mata, a veces despacio, a veces rápido, pero mata”. Ante esta situación, han decidido agruparse y crear la asociación Familias de Presos en Cataluña, un “espacio de confianza y acompañamiento” para todas las familias que viven la crueldad de las prisiones desde fuera de los muros.

Qué relación tenéis con las cárceles?

Gracia Amo: Soy Gracia Amo, madre de Eduard Laratta, que murió en Brians II el 18 de octubre de 2016. Hasta aquel momento, yo no sabía muy bien que pasaba dentro de las cárceles. Sí que había pensado alguna vez que mi hijo podía morir en ella, porque era consumidor de heroína por vía intravenosa y en las carceles hay mucha más drogas que en la calle. Pero fue después de la muerte de Eduard cuando empece a saber y entender lo qué pasa dentro de las prisiones. En Brians II, mi hijo fue maltratado, insultado y menospreciado. Entró con un diagnóstico de diversos trastornos mentales, pero allí lo que quieren es que los presos duerman, con pastillas o con drogas ilegales, y que no toquen mucho las narices a los funcionarios. Lo que quieren es que estén tranquilos. Lo metierón en aislamiento y, precisamente cuando estaba allí, tuvo un episodio, el mes de agosto de 2016, que fue cuando empecé a sufrir de verdad. Mi hijo tenía problemas respiratorios y de angustias derivados del consumo de drogas, por el hecho de estar cerrado y aparte ser maltratado. Mientras estaba en aislamiento le cogió uno de estos ataques. Yo sé como se ponía, que cuando le daba pensaba que iba a morir. Llamó al funcionario de guardia y le dijo «que me ahogo, que me ahogo!» Y el funcionario le respondió «pues hazte una paja». Entonces, partió el bote de Ventolín que le daban por los problemas respiratorios y se autolesionó, se cortó todo el cuerpo. Lo sacaron de allí y lo tuvieron un montón de horas tirado boca abajo, le pusieron inyecciones, como a todos, para que estuviera quieto y no incordiara. Se meó y se cagó encima. Lo castigaron en aislamiento cuando mi hijo no era peligroso. No había hecho nunca mal a nadie, no tenía ningún delito de sangre. De hecho, lo único que hacía era robar botellas en los bares para pagarse el pico de heroína, sencillamente. Era rebelde, sí, pero el principal problema es que tenía muchos trastornos mentales sin tratar.

Alma: Soy Alma y mi marido está ahora mismo encerrado en Brians II. Lo primero que debo decir, porque es la realidad, es que esto ha sido y está siendo una verdadera locura. Él primero pasó por la Modelo, y allí la peripecia ya fue horrible. Entró y al cabo de dos meses lo ingresaron en el psiquiátrico. Él siempre había sido una persona sana, deportista, de salir cada día en bici … Cuando lo ingresaron en psiquiatría nadie se pusó en contacto conmigo, ni me dijeron nada. Simplemente, fui un día y me dicen que lo han metido en el psiquiátrico. ¿Por qué? Y el funcionario me dice: «No tengo ni idea». Al cabo de una semana, él me llamó desde dentro y noté que no hablaba bien. Le preguntaba qué le pasaba y no entendía nada de lo que decía. Fui corriendo a la Modelo y entonces me enteré que le había dado un ictus y que tardaron catorce horas en llevarlo al hospital. Cayó en medio del comedor mientras comía. Todo el labio paralizado, el pie, la mano, sacando espuma, y aun así tardaron catorce horas! Querían que se le pasara el efecto de lo que le habían dado. Pedí visitar al psiquiatra del centro, pero no había manera. Una instancia tras otra, hasta que al final, por pesada, me atendió. No me dieron respuestas e inmediatamente fuimos al SIRECOVI (Sistema de Registro y Comunicación para la protección de víctimas de violencia institucional) para denunciar el maltrato. Han tenido a mi marido en el psiquiátrico durante toda su estancia en la Modelo, que ha sido de dos años y tres o cuatro meses, sin tener ninguna enfermedad mental. Desde entonces, dejó de sentir algunas partes de su cuerpo, y ahí empezó nuestra peripecia. Los funcionarios intentaron decir que no le había dado ningún ictus, no me daban los informes. Dentro del psiquiátrico le hicieron absolutamente de todo, humillaciones de todo tipo. Se llevó más de una hostia, cuando se trata de una persona totalmente pacifica. Cuando cerraron la Modelo le llevaron a Brians I y después a Brians II, donde continuó en el módulo de psiquiatría. Aparte de tener medio cuerpo paralizado, lo tenían todo el día dopado. Empezaron a elaborar unos informes diciendo que mi marido era toxicómano y que tenía dependencia desde que estaba en la cárcel. Es todo una invención de cosas, una detrás de otra. El caso es que hablé con la subdirectora, a quien dije que denunciaría todo lo que le estaban haciendo a mi marido, que entre una cosa y otra cogió una enfermedad. En los análisis le salió un gen que hace que poco a poco se le rompan todas las vértebras … Es un dolor inaguantable, que no puede resistir. Entonces, ¿qué han hecho? Pues poner en su informe que no está tan grave. Hacen un informe donde dice «posible», pero no es seguro. Ahora resultará que lo que tiene es psicosomático. Entonces, se lo inventa? Entras en un círculo vicioso, y así estamos, intentando demostrarlo para que lo mencionen en sus informes y le den un tratamiento.

Quién os ayudó en este proceso de luto y acompañamiento para reclamar vuestros derechos?

G.A. Después de la muerte de Eduard, fui conociendo personas que me ayudaron. Contacté con el colectivo Clivella. Hacía dos meses que había muerto mi hijo y yo estaba fuera del mundo. Allí fue cuando empecé a conocer presos y me han explicado lo poco que yo sé… No dejaré esta lucha hasta el día que me muera porque, a pesar de que evidentemente no veré abolir las prisiones, pienso que se tiene que hacer mucha fuerza y se tiene que luchar mucho para que al menos los presos tengan una vida más digna.

A. Menos mal que encontré el SIRECOVI y gente maravillosa, como la Gracia y otras madres de presos. Me echaron un cable porque yo no tenía ni idea de cómo funcionaba este mundo. No podía creer lo que me contaban, todo era surrealista.

A pesar de no estar físicamente encarceladas, como marca la prisión vuestras vidas?

A. Para mí significa estar dentro de otra prisión. Primero, porque te cambia la vida. Y segundo, porque yo no he vuelto a ser la misma persona. Ni siquiera salgo de casa. Al principio, ni siquiera quería hablar del tema. Yo pensaba, que como mi marido no ha hecho nada, saldrá en dos días. Y estos dos días se convierten en meses, y la pelota se va haciendo grande. Entonces, sólo hablas con las cuatro personas de confianza. Yo antes pensaba que la justicia existía, que se podría demostrar. La cárcel te afecta en todo, te deshumaniza como persona. Para mí, el trato que te dan como familiar de una persona presa es indignante. Es indignante que cada vez que vayas te registren de arriba a abajo. ¿Qué piensan, que si es una persona toxicómana, le meterás la dosis para que consuma en ese mismo momento? Allí dentro ya pueden conseguir todas las drogas. Yo vuelvo en el bus de los chicos que están de permiso y de allí salen todos drogados.

G.A. Yo aquí quiero añadir que en los patios de las prisiones, y yo continúo yendo a Brians, hay tanta droga que es imposible que lo meta una madre en los pechos o en las partes íntimas. Es imposible. Incluso en Brians II, yo sé por donde entraba la droga. Hay un agujero que da a uno de los módulos y por allí se pasaba la droga de un módulo al otro. Por eso quiero decir que la mayoría de drogas que hay en las prisiones las meten los funcionarios. Los que tendrían que pasar por el láser y por el arco de seguridad cuando entran son ellos. En el caso de mi hijo, que todavía está pendiente de juicio, hay un funcionario de cocina que era a quien le compraba la droga. Y yo sé su nombre y me presentaré en este juicio como víctima de la droga que él le vendió a mi hijo. Las drogas las meten los funcionarios en grandes cantidades, me lo dijo mi hijo. Los patios de las prisiones son cementerios. Tios tirados por todas partes puestos de heroína hasta el culo, y nadie hace nada. Y con una papelina de heroína nadie tiene una sobredosis. O sea, que además del negocio de la prisión, están haciendo el negocio de las drogas. Porque una papelina de heroína en la calle cuesta 10 euros y en una prisión cuesta 200 o 300 euros.

Con qué situaciones concretas os habéis encontrado y como os ha cambiado la vida?

G.A. En mi caso, mi hijo tiene una hija, que ahora está conmigo. Yo ahora tengo su patria potestad. Y claro, ahora mi nieta tiene casi dieciséis años, pero cuando su padre entró a prisión tenía diez. Claro, explícale a una niña de diez años que su padre entrará a prisión. La niña pregunta si “el papa es malo?”. No, el papa no es malo. Porque la sociedad piensa que todos los que están en la prisión son malos y algún malo debe de haber, igual que afuera. Es difícil explicarle el tema del consumo de drogas a mi nieta, igual que el hecho de robar para conseguir las drogas. Esto, para una niña de diez años, no es nada fácil. Te desestructura la familia. Y después, tú trabajas pero de tal hora a tal hora tienes que ir a Brians, que si le dan las cartas que le envías o no, que si lo castigan o no lo castigan… es un sufrimiento constante. Y aparte, muchos días que vas a ver a tu hijo, te lo encuentras drogado perdido, tanto que se te duerme en tu regazo. Y otros días sale golpeando el vidrio porque ha estado tres semanas en aislamiento. Te desmonta la vida. Y si encima tu hijo muere, como en mi caso, pues la niña se ha quedado sin padre y yo tengo otro hijo que está mucho peor que yo porque no sale adelante desde que murió su hermano. La prisión es un desastre para todos que la viven en su piel y para su entorno.

A. Cuando estábamos en la Modelo, que estaba dentro de la ciudad, era diferente. Pero ahora que he de desplazarse cada semana a Brians es una locura ir hasta Martorell. Yo tengo un diagnóstico de dependencia de grado 2 y casi no podía salir de casa. A mí quien me cuidaba era mi marido. Pero es esa rabia la que me da fuerzas para poder salir y luchar. Como los autobuses no te coinciden tienes que estar allí tres horas antes de la visita. Y al menos en Brians II tienes 50 minutos, porque a Brians I hacía todo el trayecto para solo veinte minutos de visita. Ahora, al menos he conseguido que los días de los vis a vis venga un voluntario a recogerme del bus y me acompañe. Pero llegará un momento en que no podré ni llegar. Después, también está el aspecto económico. Yo tenía una vida muy normal, pero ahora he tenido que vender incluso mí casa. Para mí, este gasto de ir cada semana en la cárcel, me supone un esfuerzo económico enorme. La gente no se da cuenta que la vida te puede cambiar de un día para otro.

G.A. También hay un problema de tiempo. Yo, que vengo de Castelldefels, para llegar a una comunicación a las 11 h tengo que coger el tren a primera hora, bajar a Sants y coger el bus que va a Brians a las 9.05 h. porque si pierdo este, ya no llego. A las 9.45 horas estoy en Brians, comunico a las 11, salgo a las 11.50, y a las 11.55 h marcha un autobús, por lo tanto, no lo puedo coger. Tengo que esperar hasta las 13.30 h, cuando pasa el próximo autobús. Salgo de casa a las 8 de la mañana y llego a mi pueblo a las 15.15 del mediodía.

A. En mi caso, como se trata del módulo de enfermería, todavía es peor, porque hay menos comunicaciones y siempre son los viernes, cuando hay todavía menos buses. Yo salgo de casa a las 12 h y tengo que coger el último autobús, y a veces el conductor ni nos espera. Si no, tengo que coger el taxi hasta Martorell y compartirlo con otras personas para gastar menos. Entonces, esperar hasta las 17.45 que tengo la comunicación. Imagínate, desde las 12 que salgo de casa hasta esta hora. Y a veces te dan un vis a vis a las 19, cuando ya no hay ni autobús de ida. Tienes que tener coche o pagar un taxi, con el coste que esto supone.

Os habéis sentido juzgadas por vuestro entorno por tener un familiar en la cárcel?

G.A. En mi caso, yo tenía muchos amigos en Facebook y desde que empecé a hablar de prisiones tengo la mitad. Hay gente que lo entiende, hay gente que no lo entiende. Pero la verdad que a mí ahora ya me da igual. Siempre dicen «si está en la cárcel algo habrá hecho». Como si fuera de las cárceles no hubiera mierda. Dentro de las cárceles no se ve lo que pasa, ya se ocupan ellos que no nos enteramos de lo que pasa dentro.

Últimamente, se están visibilizando mucho las protestas de los funcionarios de prisiones, que están haciendo huelgas y movilizaciones para mejorar sus condiciones laborales. Qué tenéis que decir al respeto?

G.A. Yo lo que veo en esta huelga es que son unos cuentistas. Y encima, los funcionarios están encubriendo la huelga con partes de baja. Y claro, sea huelga o baja médica esto repercute muchísimo en los presos. No hay medicación, no hay servicios básicos … todas las tareas que estos funcionarios tendrían que hacer, desaparecen. Y a mí, lo que me ha hecho pensar mucho, es la dimisión del señor Font, el ex director de Brians I, porque me hace pensar en el gran poder que tienen los funcionarios para echar a un director de un centro penitenciario . Le han hecho de todo: amenazas de muerte, extorsiones, pintadas … y lo han conseguido. No puede ser que un espacio tan sensible como la prisión quede en manos de los funcionarios, que siempre miran por su interés y nunca por los presos. Este director quería meter cámaras, controlar más lo que pasaba allí dentro, y no le han dejado. Se ha ido porque, o bien es un cobarde, o de verdad pensaba que lo podían matar. Cómo puede ser que los funcionarios y sus sindicatos tengan tanto poder?

Con el contexto que se vive actualmente con los presos políticos, afecta de alguna manera al resto de presos? Se interesan los familiares de los presos políticos por los demás?

G.A. Yo conozco a Txell Bonet, la compañera de Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural. También a la compañera del ex consejero de la Generalitat, Raül Romeva. Yo no quiero que nadie entre en prisión, ni presos sociales ni políticos ni nadie. Evidentemente, en la vertiente emocional, el sufrimiento de la familia es el mismo. Lo que pasa, y me sabe muy mal decirlo porque esta es mi tierra, es que son tratados con privilegios. He hablado con gente que los va a ver y me dicen que no, que no tienen privilegios, pero no me lo creo. No creo que a ninguno de ellos les pase nada, no puede ser. Están protegidos, no están tirados como están los otros. Tú imaginate a los independentistas catalanes si se muriera un preso político. Tienen mucha gente fuera que los defiende y los apoya, en cambio, se murió mi hijo y no se enteró nadie. Los presos sociales no tienen ninguna repercusión, no son nadie. Los que son de fuera -las personas migrantes-, si no tienen a nadie, mueren, los entierra el penal. La huelga de hambre de los presos políticos se debería haber hecho coincidir con la huelga de los presos sociales, porque entonces sí que hubiera tenido repercusión. Nos hemos tenido que comer toda la huelga de hambre de los políticos en todas partes y de la de los demás no se ha enterado nadie. Por la televisión no han dicho nunca nada.

Por qué nace la asociación de familias que habéis formado y qué objetivos tiene?

G.A. Yo antes formaba parte de la asociación de Familias Frente a la Crueldad Carcelaría, que es en el ámbito del Estado español, y vi que informando sobre la asociación en actos fuera de las cárceles mucha gente te empezaba a llamar, te explicaba sus casos y te pedía ayuda. Entonces, poco a poco empezamos a conocer otros familiares con situaciones similares. Ahora he dejado la otra asociación porque me ha parecido más fácil de gestionar el hecho de crear una asociación con gente que vive cerca y comparte el mismo problema. Para encontrarnos y comunicarnos es mucho más fácil y se puede hacer con más periodicidad. De momento, en esta asociación de Familias de presos de Cataluña somos ocho familias, cuatro con familiares vivos y cuatro con familiares muertos en prisión. Nos encontramos cada quince días.

A. Nuestro objetivo es apoyar a personas que se encuentran en la misma situación y facilitarles contactos de otras personas que las pueden ayudar. No es lo mismo meterte en un colectivo en el que hay gente con la misma situación que tú, a que no estén en la misma situación, porque aunque sepas que te ayudarán, no te sientes igual de cómoda.

G.A. Uno de los pilares de la asociación es que hay cosas de las cárceles que no las puedes hablar con cualquier persona, porque piensan que estás loca. En cambio, si hablas con madres que tienen a sus hijos en la cárcel, en cualquier momento te están entendiendo. Y por eso pienso que la asociación es buena, primero para las familias tanto de los presos muertos como de los presos vivos. Entre nosotros hay una gran unión y un gran vínculo, es un espacio de confianza. Si una está baja de ánimos, el resto la ayuda. Estamos juntas con todo el proceso. De hecho, este es el primer objetivo, que nosotros estemos bien. El segundo objetivo es ayudar, acompañar, sobre todo las familias que hace poco que les ha pasado lo mismo. Las ayudamos con la experiencia, con lo que hemos vivido, como hemos aprendido a vivir con la pérdida … acompañar. Después, también es muy importante, aparte de acompañar a las familias, la vía jurídica. No hay abogados, ni médicos, ni nada. Y los que tenemos están desbordados, no pueden asumir más casos. Esto significa que como familias nos hemos de preparar un poco. Yo pregunto información a todos los abogados para poder ayudar a las familias. Hay abogados penales, pero no abogados penitenciarios especializados. Lo que se necesitan son abogados para cuando la persona ya está penada.

A. En mi caso, intentar ayudar. Hay mucha gente que no tiene ropa… En Clivella hay un armario lleno de ropa. Nos ayudamos entre las madres y vamos allá donde algunas no pueden llegar. Llevamos zapatillas, pantalones, chaquetas, lo que necesiten. Yo no tengo dinero, por lo tanto organizaremos eventos e historias para ver como podemos financiarnos. Hoy es por mí, pero mañana será por otro.