Una historia de mascarillas, cárcel, organización comunitaria y abandono -una vez más- del Estado

Recién declarada la pandemia de COVID-19 por parte de la Organización Mundial de la Salud, el pasado 18 de marzo tuvimos conocimiento de la ausencia de mascarillas en la macrocárcel de Zuera. Hacía cuatro días que se había decretado el Estado de Alarma en España. El Gobierno hizo pública en estos primeros días la Orden INT/227/2020 donde se establecieron protocolos para la contención del virus dentro de instituciones penitenciarias, pero no proporcionó, sin embargo, los medios necesarios para ponerlos en práctica.

Ante la petición de mascarillas, ya que ni las funcionarias que tienen contacto con el exterior cada día, ni las personas presas disponían de ellas, la respuesta fue inmediata y un gran número de personas, algunas pertenecientes a colectivos y otras a título individual, nos organizamos. Comenzó entonces la búsqueda y donación de materiales, la confección en casas y talleres particulares, el establecimiento de puntos donde entregar y recopilar mascarillas una vez terminadas… En definitiva, se creó una red que reaccionó y empezó a funcionar de inmediato frente a esta necesidad.

El día 20 de marzo, dos días después de la petición, se hizo una primera entrega de 107 mascarillas en el Centro Penitenciario de Zuera; pero no eran suficientes, ya que la macrocárcel posee una población de más de 1300 personas, por lo que la red continuó manos a la obra. El día 23 de marzo se hizo otra entrega de unas 500 mascarillas y el 24 de marzo llegaron otras 1200; lo que haría un total de aproximadamente 1800 mascarillas entregadas.

Desde el Centro Penitenciario nos comunicaron que la necesidad había quedado cubierta: sin embargo, una semana después de la primera entrega, los días 30 y 31 de marzo, comenzaron a llegar noticias de presos y presas denunciando no haber recibido dichas mascarillas y el día 1 de abril confirmamos esta información. Los carceleros habían interceptado y requisado las mascarillas “hasta que se necesitaran”, afirmando que allí estaban bien, tranquilos y manteniendo todas las medidas de seguridad.

Esta última información nos llena de impotencia y tristeza, ya que ha sido mucho el esfuerzo comunitario volcado en ello y no nos parece justa esta retención y bloqueo sin mayores explicaciones. Por todo esto queremos denunciar públicamente que:

En caso de que “usar las mascarillas cuando se necesiten” signifique “cuando haya algún positivo”, creemos que el momento de activar medidas PREVENTIVA es ANTES de que se produzcan contagios, no después. Además, como ya sabemos, el virus COVID19 puede portarse y contagiarse sin que aparezca sintomatología, por lo que para una buena prevención se deberían de tomar medidas antes de presentar síntomas.

Si consideran que las mascarillas no son una barrera de protección ya que no pueden cumplir las condiciones básicas de higiene que se necesita para ello, debería informarse a las presas y presos de que se ha tomado esta decisión y del por qué de la misma. La no información y el aislamiento alimentan el miedo, la ansiedad, la preocupación y la sensación de estar en riesgo. La población reclusa también tiene derecho a estar informada y saber porqué se adoptan ciertas medidas y otras no, conocer cómo esta la situación general dentro y fuera de la cárcel, cómo funciona el virus y los contagios, etc. El mensaje que llega de la gente que está dentro no es ni de tranquilidad ni de estar bien.

No logramos entender que, a falta de mejor protección, las mascarillas no sirvan para prevenir si se lavan a diario y se hace de ellas un uso adecuado, en momentos puntuales al compartir espacios en los que es difícil (o prácticamente imposible, dadas las condiciones) mantener las distancias de seguridad.

Además de la falta de atención y medidas sanitarias, la situación deja clara la falta de respeto con la que se trata a las personas presas y a quienes nos preocupamos por ellas, así como el absoluto desprecio por el esfuerzo de coordinación hecho desde fuera, negando información y respondiendo a las demandas de manera ambigua para intentar mantener un ambiente de “tranquilidad”.

Queremos también agradecer todo el trabajo hecho por colectivos e individualidades para una vez más tejer redes comunitarias, de autogestión y solidaridad. De todo esto aprendemos que seguimos teniendo a nuestras vecinas, seguimos teniéndonos a nosotras y seguiremos luchando por la libertad de todas las personas.

Fuente: CAMPA