El lunes pasado, 10 de febrero, publicaban en la página de La Directa el artículo cuya versión en castellano insertamos a continuación, firmado por Vicent Almela. En él se habla de un informe publicado ahora, pero elaborado por observadores del Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa en septiembre de 2018, un par de meses antes de que ciertos sindicatos carceleros denunciaran a Iñaki Rivera Beiras por decir en TV3 algo que queda confirmado de sobra por el contenido de este informe, que en las cárceles catalanas se tortura, y también en las comisarías, dicho sea de paso. En este momento, al parecer, son todos los sindicatos de carceleros que operan en Cataluña y unos 200 esbirros carcelarios a título personal los que sustentan una querella “por calumnias” –¡Espantoso y grotesco cinismo de los verdugos haciéndose pasar por víctimas!– contra el compañero Iñaki Rivera Beiras, a quien saludamos como digno e inveterado defensor de las personas oprimidas por el poder punitivo del Estado. Los boqueras corporativistas continúan con sus tácticas fascistoides, potenciadas por el apoyo incondicional de los falsimedios o mecanismos de manipulación e incomunicación de masas, repitiendo sus mentiras y tergiversaciones hasta el aburrimiento para convertirlas en verdad, dándole la vuelta a la evidencia de sus prácticas inhumanas y osando presentarse –hace ya mucho tiempo que vienen haciéndolo– como abnegados servidores públicos, objeto pasivo de las agresiones de los reclusos –a quienes pueden criminalizar fácilmente con sus típicas contradenuncias y expedientes manipulados– y de las calumnias provenientes, según ellos, de unos pervertidos agentes del mal que se presentan como defensores de los derechos humanos y a quienes también quisieran criminalizar, aunque eso resulte un poco más difícil. Estos carcelros fascistas actúan con ese descaro porque tienen motivos para esperar que la sociedad les acepte oficialmente como lo que realmente son: torturadores impunes, profesionales de la violencia, de la intimidación, de la degradación, de la humillación, disfrazados de ideología regeneracionista y de repugnantes eufemismos. Aspiran a que se les aplauda por ello e incluso a que se les suba el sueldo. Es necesario hacer frente a este fascismo social e institucional que impregna desde siempre los procedimientos de dominación y explotación en la dictadura “democrática” del Capital.
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