Dos compañerxs presxs en lucha nos cuentan detalles de la vida cotidiana en los departamentos de aislamiento de Picassent y Estremera donde se sufren continuamente una acumulación de carencias, presiones y coacciones, de mayor o menor intensidad, para contrarrestar las cuales es necesaria una permanente actitud de alerta. Aunque se cumpliera la legalidad, los aislamientos no dejarían de ser una “modalidad de vida” cruel, inhumana y degradante, cuyas finalidades y resultados no pueden ser otros que la degradación y desintegración física y mental de las personas que la sufren. Pero es que, además, la ley no se cumple, y el abandono y el castigo, las cosas vitales de las que te privan y las pequeñas y grandes torturas que te infieren son incontables. Protestar es indispensable para no resignarte frente a ese trato deshumanizante, pero, si lo haces, te van a sancionar, endureciendo aún más tus condiciones de vida, si no les da por hacer uso de los “medios coercitivos”. Pueden hacer lo que quieran y justificarlo como quieran, porque allí no hay nadie más que ellos, con su “presunción de veracidad” y tú, con tu “peligrosida e inadaptación”, aislado, impotente, privado legal y rutinariamente de cualquier rasgo humano.
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