Al ministro del interior Fernando Grande Marlaska

Como responsable de Instituciones Penitenciarias (IIPP), decirle que la carta abierta que ha dirigido a lxs presxs para informarles de las medidas que se han impuesto a raíz de la propagación del COVID-19, es un insulto a la inteligencia.

Usted pretende hacerles creer que, en las actuales circunstancias, se está en igualdad de condiciones dentro y fuera. Y así equipara a lxs presxs, a los que se ha prohibido toda visita, permisos, salidas, y a los que se ha recortado las comunicaciones, con el resto de ciudadanos, que según usted, “estaremos sin ver a familiares y amigos”.

Estas restricciones, aplicadas a alguien ya privado de libertad y por tanto obligado a compartir el mismo espacio con multitud de personas, son más que “inconvenientes” que puedan resolverse con más llamadas telefónicas, falsos agradecimientos y peticiones de comprensión.

Son la salud y la propia integridad de estas personas las que están en juego en estos momentos, aunque IIPP nunca mostró demasiado interés por ellas. El sistema penitenciario español, lejos de ser uno de los mejor valorados del mundo, a no ser que usted lo compare con las cárceles tercermundistas, es un sistema criminal caracterizado por un constante desprecio por la vida y dignidad de las personas a las que dice salvaguardar.

Desde hace años, algunxs presxs vienen denunciando las penosas condiciones que soportan: cumplimiento íntegro de las penas al desaparecer la redención de penas por trabajo, endurecimiento de las condiciones para acceder a permisos o a la libertad condicional, cadena perpetua encubierta, perpetuación de los aislamientos, de los malos tratos, palizas y torturas, abandono médico, medicalización sistemática, comidas escasas y repugnantes, actividades inexistentes, trabajo esclavo, y las muertes, más de doscientas personas el año pasado…Todo esto se acerca más a la realidad del Sistema Penitenciario español, incapaz de hacer frente antes, y ahora con más motivos, a la bomba de relojería en que han convertido a las prisiones de este país. ¿Y todavía se atreve a decir que piensa en su salud? Muy bien, cierre entonces las cárceles o al menos saque de ellas a toda la población penitenciaria que corre serio riesgo de contagio y/o serio riesgo de muerte.

Libere a las personas mayores de 60 años, a las que sufren enfermedades graves, y con más razón a las crónicas.

Libere a toda la población preventiva, privada ya de libertad sin que se haya determinado su inocencia o culpabilidad.

Libere a las mujeres embarazadas y a las que cumplen condena con sus hijxs pequeñxs.

Libere a lxs extranjerxs y cierre de una vez los CIEs.

Libere a las personas que hayan cumplido las ¾ partes de la condena, ofreciéndoles la oportunidad de la tan cacareada reinserción.

Y sobre todo, libere al colectivo que conforma el grueso de la población penitenciaria y que más está acusando estas medidas; las personas con problemas de dependencias a las drogas y/o enfermedad mental, una verdadera pandemia de la que nadie habla, que a nadie parece interesar y de la que desconocemos la cifra de fallecimientos que provoca cada año, porque en la cárcel los muertos se cuentan a bulto.
Fuente: El Carro